Madera
¿Dónde te hayas?
Escondida en cada bosque,
entre corteza y corteza . Árbol.
Gorjeo de pajarillo roto,
duermes triturada de tanto olvido.
¿Perdonarás el crepuscular abandono
de la mitad veleidosa de la vida?
Si somos puertas de este mundo
y sobre tu cuerpo me deslizo;
canto, grito y lloro
por el camino incertidumbre
de las noches frías. Congelada.
Madera.
¿Dónde te hayas?
Sobre tus manos ofrecidas,
en la espesura de estas tierras y el balsámico olor
de hombre adolorido.
Madera…mariposa atigrada,
enredada entre cuerdas
de manos quebradas valientes
y dedos violentos de caricia;
mezclada con las hojas verdes
donde el pueblo esmeralda
descansa compungido.
Tu pueblo y el mío. Huanta.
Madera. En el cuello cargas
la herradura negra del caballo de la noche,
que encabritado rebuzna bohemio
la pasional razón de su melancolía.
Sus rieles siguen el camino
del sol de Lima en primavera,
unidos al recuerdo de tus níveos brazos
acostándome en la cama prestada
de Montserrat fantasma;
entre el metal de los vagones
y el cementerio de los perros.
Madera de mi cama agitada
entre tus largos cabellos estrella azul
de los novecientos kilómetros y tambos de colores.
Con el blanco suspiro del camino desierto,
sobre paredes encantadas de sillar espacioso.
Mi corazón palpita al acercarme a ti,
cajón negro y latido.
El corazón se quiebra al encontrarte madera;
cada golpe avizora
el camino iluminado del amor.
Eres la nave en la que te fuiste padre
al encerrar tu cuerpo enjuagado de lágrima y flor
en aquél octavo cementerio
de la ribera pobre del cielo.
Madera amazónica que flota en el río
y detiene una roca.
Madera collar galáctico suspendido en el cuello,
navegas por el pecho y el corazón guía.
Madera liza donde la madre
sostiene el alma.
Te toco tres veces para que la muerte
deje de merodear el hogar por las noches:
Madera. Uno.
Dos. Madera.
Madera. Hemisferio desconocido,
zarparé en tu búsqueda.
Con su olor descanso madrugadas eternas,
mientras el círculo gaviota no se cierra.
Madera prólogo de imágenes repartidas
en estos días en los el cuerpo agoniza.
Sonriente y tibio agoniza,
canta y agoniza,
sueña y salta su agonía.
Naufragaré.
Flotarás madera,
poesía inclinada, silenciosa y valiente
esperanza abierta de los días.
Patricia Reyes. Poemario "Madera" 2006
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